Diversos estudios han demostrado que la venta de productos (o la prestación de servicios) que respetan el medioambiente «luego de su utilización» (por ejemplo, los «envases») atraen más público -incluso- que aquellos productos que han sido elaboradas de acuerdo con normas ecológicamente comprobadas y certificadas.
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Así, por ejemplo, cuando se comercializan productos envasados siguiendo normas de responsabilidad ambiental, el productor toma en cuenta las creencias y preferencias de los consumidores sobre el respeto del medio ambiente, en todo aquello referido a los materiales de envasado. Al tomar decisiones con «conciencia ambiental» respecto de los «envases», se tienen en cuenta las creencias y preferencias de los consumidores respecto de ellos. Se ha demostrado que los consumidores juzgan con dureza el respeto al medio ambiente principalmente con relación a los «materiales reciclables».
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Por otra parte, la percepción del consumidor asigna más valor a los efectos «post consumo» del producto, en tanto que le resultan menos importantes los efectos medioambientales de la producción o fabricación. Es por ello que asignan gran valor al material de embalaje o los envases o envoltorios, dado que constituyen justamente «residuos post consumo».
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Vale decir que el consumidor se preocupa principalmente por los daños que pudieran generarse luego del consumo que por los materiales utilizados para la elaboración del producto.
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De las creencias y preferencias de los consumidores (relativas a las consecuencias ecológicas del consumo) se deducen directamente la política de los envases y -por supuesto- la política comercial y medioambiental de la empresa. Aun cuando la empresa carezca de conciencia medioambiental, ésta le es impuesta por los consumidores.
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