El medioambiente y su diversidad biológica forman parte de la vida humana.  En la mayoría de los países en desarrollo su conservación es esencial para el mantenimiento y supervivencia de su población. En Latinoamérica debe sumarse la supervivencia de los pueblos originarios, sus culturas, conocimientos tradicionales y expresiones del folklore.

Por otro lado, la riqueza de la propiedad intelectual de los países en desarrollo y de los pueblos aborígenes se basa en la comprensión de la enorme biodiversidad que los rodea  así como los conocimientos adquiridos de ella durante milenios.

Los elementos que componen esa biodiversidad son necesarios para la industria que se asienta en los países más desarrollados. Esta industria usualmente carece de una  conciencia clara de cuál es el origen de la materia que utiliza en sus procesos productivos.

A través de la historia, la propiedad intelectual tradicional ha avanzado mediante un sistema de premios (generalmente económicos) en favor de quienes revelasen los secretos de sus invenciones. A principios del siglo XXI ese sistema de premios configura lo que habitualmente llamamos “patentes”.

Sin embargo, en el siglo XX la indebida patentabilidad de la materia genética preexistente en la naturaleza sin ningún grado de invención ha afectado la biodiversidad  de los ecosistemas terrestres. Unos pocos se han apropiado de los conocimientos y han creado un sistema jurídico que impide que esos recursos puedan ser utilizados por los demás. Por el contrario, recién a fines del siglo XX se advierte que los legítimos propietarios de esos conocimientos los han utilizado de la manera armónica desde el inicio de los tiempos.

Durante el siglo XX la bio-piratería ha sido la base para el desarrollo de la industria del  bienestar en los países del Norte. Sin embargo, siguen muriendo de malaria 100 niños por día por falta de medicamentos. La paradoja es que esos beneficios provienen de los recursos biológicos que han pertenecido a estos pueblos durante milenios, y que aún las pertenecen en la actualidad.

La voluntad creciente de la comunidad internacional por el desarrollo sostenible sirvió de inspiración al Convenio sobre la Diversidad Biológica. El Convenio representa el úlñtimo intento de la comunidad internacional para preservar la diversidad biológica, la utilización sostenible de sus componentes y la distribución justa y equitativa de los beneficios obtenidos del uso de los recursos genéticos.

Finalmente, en el año 2008 la explosión económica de los países del norte obliga a replantear qué es la “propiedad intelectual”.