Marcas. Su función social

Desde siempre las marcas cumplen una función económica o comercial. Su finalidad es agregar valor a los productos o servicios mediante la “diferenciación” o “distinción”. Por eso la marca es definida como un “signo” que diferencia unos productos y servicios de otros.

Sin embargo, las marcas tradicionales han adquirido en la última década una función social, que es accesoria a su finalidad históricamente económica. Entiéndase bien, las marcas no han perdido ni disminuido su función económica, la cual es esencial para valorizar  los productos y servicios que “distinguen”. Simplemente que han adquirido “además” una función de carácter social. Esta tendencia no sólo se da en América Latina, ni es resultado de una determinada coyuntura política en la región. Por el contrario es la directriz impulsada desde la OMPI para todo el mundo desde comienzos del siglo. Esta tendencia es acorde con los “Principios del Milenio” de las Naciones Unidas.

No obstante, el reconocimiento de la función social de las marcas no es demasiado complicado. Se funda en la mera observación de que el ser humano vive en sociedad y que cumple determinados roles. Así por ejemplo, es productor, comerciante o prestador de servicios.  Desde el punto de vista estrictamente jurídico, la función social de las marcas encuentra su antecedente en el reconocimiento de la “función social de la propiedad” que se da en el constitucionalismo del siglo XX. Este reconocimiento parte de la base de que los derechos de propiedad individual no pueden ser “absolutos” ya que -en sociedad- deben convivir con los derechos de propiedad ajenos.

Pero las marcas evolucionaron más lentamente. Es cierto que los signos distintivos han evolucionado a través de la historia a la par de las invenciones y las creaciones literarias y artísticas. Pero tardaron mucho en llegar a las marcas actuales. Al principio distinguían a los animales pertenecientes da diferentes propietarios. Posteriormente diferenciaban a los productos que se comercializaban en los mercados para identificar tanto el producto como a su productor. Con el correr los tiempos fueron protegidos de diferente manera y finalmente su protección aumentó y se consideró esencial cuando se vislumbró su carácter económico. Ya no cabía duda de que, si tenían algún valor, merecían protección. En la última década se reconoció también que las marcas y otros signos distintivos[1] tienen un valor social, vale decir que son de utilidad no sólo para su propietario sino también para la sociedad de que éste forma parte.[2]

En la actualidad la principal función social de cualquier marca es informar al consumidor acerca de los productos o servicios, su origen y características. En definitiva, evitar la confusión en el público.

Pero más allá de la función social de las marcas nos encontramos ahora con las llamadas marcas colectivas. Éstas son un tipo muy especial de propiedad intelectual que ya ha nacido con una función social. Su fin esencial es fomentar el desarrollo de los grupos humanos y proteger el producto intelectual de estos grupos.


[1] Como las indicaciones geográficas y las denominaciones de origen.

[2] Los derechos de propiedad intelectual tardaron en ser reconocidos por la sociedad ya que, basándose en el derecho romano, las creaciones del intelecto no podían ser consideradas “cosas” y -por lo tanto- no podían ser objeto de propiedad. Como consecuencia de la evolución social, los ordenamientos jurídicos reconocieron la importancia de las creaciones del intelecto sobre el valor de los productos y servicios, y -consecuentemente- su importancia en el desarrollo y riqueza los estados. Y fue entonces cuando comenzó la protección de estos nuevos derechos.

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Claudio Iglesias Darriba